Vivir las Emociones

Las emociones forman parte de la vida de cada individuo, ellas tienen una función adaptativa que nos ayuda a enfrentar circunstancias de vida. Las más comunes son la ira, la tristeza, el miedo y la alegría, llamadas emociones primarias, ya que no se aprenden sólo aparecen como respuesta a un estímulo. Cuando llegan son como ráfagas, no las pensamos sólo las sentimos. No son buenas ni malas, lo que hacemos con ellas es lo que marca esta diferencia. Existen muchas personas que sin darse cuenta viven continuamente sumergidas en sus reacciones emocionales, sintiéndose enojadas todo el tiempo o tristes en otros casos, actuando basándose en lo que sienten. La noticia es que no podemos manejar nuestra vida únicamente dando rienda suelta a las emociones, ya que las respuestas que damos cuando aparecen son totalmente súbitas, y en ocasiones muy intensas, que a parte de las respuestas conductuales evidentes involucran nuestra parte fisiológica, como por ejemplo en el caso de la ira podríamos enrojecer nuestro rostro, o alterar nuestra presión arterial.  ¡ Que bueno que existen las emociones!, ¡Que bueno que las sentimos!, pero debemos aprender a permitirles entrar, quedarse un rato con nosotros y dejarlas ir, ya que sólo así pueden cumplir su misión de hacernos ver lo que tenemos que aprender de ellas. Ser consciente de reconocerlas, aceptarlas y luego utilizar nuestra parte objetiva y pensante para manejarlas es la clave para encontrar el equilibrio entre ser una persona altamente emocional, que explota de ira con frecuencia o llora compulsivamente por algún comentario escuchado, o actuar con objetividad para darles salida cuando sea necesario. Es muy cierto que sentimos con todos nuestros sentidos pero tenemos la capacidad de pensar lo que decidamos pensar para luego actuar basado en lo que sentimos y pensamos. En otras palabras, cuando manejamos nuestras emociones, es cuando nos damos el permiso de seleccionar nuestros pensamientos y anteponerlos con lógica frente a lo que estamos sintiendo. Por esto brindemos atención a nuestras reacciones, y preguntemonos ¿ Estoy manejando mis emociones?, o estoy permitiendo que ellas me manejen a mí, al hacernos estas preguntas debemos recordar siempre que no se trata de controlarlas, evadirlas o reprimirlas, se trata de manejarlas reconociéndolas y viviéndolas para luego despedirlas.

Ingrid Chavarría

Psicóloga-Consejera

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